lunes, 10 de mayo de 2010


Hola

Voy a poner la segunda de las historias del Sr. Latakt pero me hago un lío.

Se llama El Diente del Tiburón Blanco


lunes, 7 de mayo de 2007

Martes de Carnaval

MARTES DE CARNAVAL O LA EXTRAÑA HISTORIA DE AROM ATIC Y EL SR. LATAKT

La Llegada de Arom

La historia me la corroboraron gentes de Muxía, pueblo natal de mi abuelo materno. No sabría decir si fue o no cierta, pero creo que ocurrió a principios del siglo pasado o a finales del anterior. No me hagáis caso porque el narrador fue coetáneo de mi abuelo y tenía los recuerdos confusos.
Arom Atic Soliño, de padre inglés y madre gallega, arribó un día de invierno soleado a Muxía. El mar estaba como una balsa de aceite, la goleta dejó ver sus dos palos por la Punta de La Barca y, tras una corta travesía, fondeó por fuera de La Piedra del Cuervo sin mayor dificultad. Un bote acercó a Arom a tierra.
En aquellos tiempos, La Villa de Muxía, aunque pobre, contaba con una pequeña comunidad de comerciantes, armadores y profesionales liberales con inquietudes intelectuales; entre éstos se contaba el poeta Don Gonzalo López Abente, pariente del compositor del Himno Gallego Eduardo Pondal Abente y no se si también pariente del protagonista de nuestra historia, aunque lo dudo. Así pues, la villa gozaba de una cierta vida social, con Casino incluido en el que se reunían los prohombres y damas de la comunidad.
Arom, intendente mercantil, vino a hacerse cargo de la Gerencia de la Compañía del Comercio del Encaje que exportaba encaje de bolillos a las Antillas y otros países de ultramar. La Compañía tenía una cierta entidad; las malas lenguas decían que había surgido en siglos anteriores merced a la trata de negros africanos y el contrabando de marfil; en la época de nuestra historia era una firma reconocida, respetada y en expansión. El nuevo Gerente era un joven apuesto, simpático y varonil; tenía un cierto toque aniñado realzado por su cabello oscuro de tintes rojizos y sus ojos verdes; estos rasgos de su fisonomía denotaban, a todas luces, un contacto no deseado de alguna de sus antepasadas con los piratas vikingos que arribaran a Inglaterra o a la propia Galicia.
Su desembarco en Muxía fue todo un acontecimiento. La inminente llegada por mar, desde la ciudad de La Coruña, del futuro administrador de La Compañía del Comercio del Encaje (y la escasez de sucesos que alegraran la vida cotidiana) congregó en el desembarcadero a una multitud de curiosos; entre ellos no faltaban las más insignes señoritas de la comunidad vestidas de punto en blanco; eso sí, acompañadas de sus tías y carabinas.
De entre el escogido ramillete de damas destacaba la Señorita Josefina González Lema; con sus ojos azules y su melena rubia; con su talle esbelto y su elegante desenvoltura; con la expresión del amor en el rostro. Los prometidos se cogieron de las manos y las miradas lo decían todo. Arom se felicitaba a si mismo por la elección y porque su prometida era la hija del mismísimo Presidente de La Compañía.
A partir de ese día su vida transcurrió entre un ir y venir y ser invitado a las principales casas de la villa, donde era homenajeado con fiestas, agasajos y toda clase de cumplimientos. Su simpatía y sus encantos ganaban a todos los que le rodeaban; pero en especial, el suave y agradable aroma que desprendía su pipa, eternamente colgada de la comisura de sus labios, asombraba a hombre y mujeres por un igual. Sus pipas, rectas, solían tener un tamaño más bien pequeño, eran lisas, brillantes y con un veteado maravilloso que hacía que las miradas, que se posaban en sus líneas sinuosas, se sintieran transportadas a un remanso de paz y tranquilidad sin límites. Las gentes del lugar hacían elogios del extraordinario y rico aroma de sus tabacos y de la elegancia de su talla de pipafumador.
Escogió para su morada la antigua casa familiar, heredada de sus padres. La pequeña mansión, de dimensiones razonables y a escasos metros de las aguas de la Ría, se situaba sobre una pequeña lengüeta de roca que se introducía en el mar: La Punta Aventada. Era un viejo caserón de piedra que había ordenado rehabilitar en vísperas de su inminente boda con la querida Josefina. La dotó de todas las comodidades modernas incluyendo el alumbrado de carburo con tuberías de plomo y circuito de agua caliente templada por la cocina de hierro ubicada en las dependencias de la cocina. Tras su llegada, se instaló en el pequeño Pazo Familiar en espera de su resplandeciente boda y de una vida, con seguridad, llena de alegrías.

La Aparición del Sr. Latakt.

Más o menos por las mismas fechas corrieron rumores de que un tal Javé Latakt Abente, tratante en vinos y aguardientes del Ribeiro, recorría las noches de la villa derrochando dinero a espuertas y divirtiéndose por los garitos muxians con toda clase de gentes de dudosa reputación.
También se rumoreaba que la noche en que pisó por primera vez La Taberna de Cholo era un día de perros. Soplaba un desmesurado viento del Suroeste que levantaba olas de siete u ocho metros; el temporal lanzaba las olas hasta los mismísimos pies de Nuestra Señora de La Barca. No era un hecho inusual porque ese Santuario está en un bajo promontorio y, con los vendavales de invierno, el mar sube por la costa y penetra en la Iglesia. De todas formas hay quien dice que el ingente temporal fue premonitorio del extraño comportamiento del advenedizo.
Su extravagante figura, de medidas oblongas y exageradas, producía miedo, desconfianza y desazón; al mismo tiempo, una atracción inexplicable de su personalidad reunía en torno a sí a todos lo parroquianos y parroquianas que frecuentaban la farándula de aquellos tiempos remotos. Una enorme pipa tallada con una demoníaca cabeza desprendía permanentemente un olor infame que inundaba el ambiente dondequiera que se encontrase.

El Martes de Carnaval

El martes de Carnaval, Arom agasajó a su futura esposa y suegros con una frugal comida en su casa de La Punta Aventada. El menú fue liviano; a base de sopa, pescado hervido y frutas porque se esperaba una noche movida en el Casino de Muxía. En este Centro Recreativo se iba a celebrar el Baile de Disfraces con la concurrencia de las damas y notables de la villa.
Tras el postre pasaron al salón para degustar un café traído especialmente de Cuba para la familia González en uno de los veleros de la Compañía. En un aparte que los jóvenes hicieron hacia la biblioteca de la amplia sala, la novia, arrebolada, miraba extasiada a los ojos de su amado conteniéndose apenas para no besar con pasión los labios de niño de su admirado Arom. Fue entonces cuando, por casualidad, la mirada de Josefina descubrió, entre los libros de la estantería unos sobres blancos que nunca había visto; sin saber por qué los cogió en sus manos y se sintió intrigada por su contenido.
.- Arom, comentó, nunca te he visto fumar este tabaco, el sobre es muy bello.
El muchacho se sintió algo ruborizado y retirándoselos los devolvió a la estantería.
.- No te preocupes, dijo, es un tabaco sin calidad que no sé porque no tiro a la basura. Y cogiéndola por el brazo la llevó hasta donde estaban sus padres.
A continuación se despidieron con la promesa de verse todos en la Fiesta del Casino.

La Noche de Carnaval
Aquella noche soplaba el vendaval con una fiereza ancestral, el viento se metía por todos los buratos de la vieja casa de piedra y su estrépito se oía con un sonido aterrador. Mismo parecía que del suelo surgía, fría y húmeda, con un olor a viejo y a caduco, una presencia cuya antigüedad no se podría precisar. La puerta de la bodega tembló y sus goznes se resintieron de dolor. Arom, extrañado se levantó y comprobó que efectivamente se había abierto sola. Con sigilo descendió los peldaños de la escalera y al fondo del habitáculo vio dos luces amarillas, débiles y confusas. Se acercó a ellas lleno de asombro sino de miedo y contempló dos velas encendidas en unas palmatorias de bronce verdoso y oxidado; en medio de ellas una bolsa blanca con unas figuras dibujadas. Las figuras representaban dos rollizas campesinas en actitud de plática murmuradora; un paisano las espiaba escondido tras unas piedras. Las lugareñas ejercían una atracción enfermiza sobre el joven galán que no pudo resistirse a arrojarse sobre la bolsa blanca y la abrió con incontinencia inexplicable. Un hedor todavía más fétido que el de la piedra vieja y húmeda inundó sus fosas nasales y no pudo sino llenar su sufrida Espuma de Mar con aquella mezcla maloliente y fétida. Poco a poco, como quien desmenuza la paja del trigo, fue separando las hebras y, dejándolas caer una a una en la cazoleta, comenzó a sentir que la piel y el cabello se le erizaban incomprensiblemente; al mismo tiempo, y también de forma incomprensible, comenzó a notar en la nuca un cosquilleo insano que no obstante le producía un placer incontrolado. Las primeras bocanadas de la demoníaca mezcla golpearon su cerebro como una maza de oro putrefacto y entonces le invadió una tranquilidad y una paz violenta y total que, increscendo, le fue trasportando a nuevas dimensiones inconmensurables que nunca había imaginado. Fue entonces cuando su mente tomó conciencia de su transformación: su cuerpo peludo y felino respondía a todas y cada una de las sensaciones que existían no solo en la insana bodega sino a todas las del Universo. Arom Atic ya no existía y en su lugar un nuevo ser emergía del infierno.

La Taberna de Cholo

La aparición del Señor Latak, Javé Latak Abente, en la noche de Carnaval era esperada con expectación en los ambientes tabernarios de puerto de Muxía.
Su enorme figura angulosa y descarnada, su cara inquietante de mirada aguileña, la barba espesa y del color del azabache, el cráneo coronado por una melena obscura y desordenada de tintes rojizos, su levita negra y el lazo negro también al cuello y sobre todo aquella pipa enorme, desprendiendo aromas pestilentes y agresivos, producían rechazo y estupor. Pero el dinero que fluía de sus manos velludas y salvajes transformaba aquella imagen del horror en fuente de placer para todos los que le rodeaban.
La Taberna de Cholo albergaba una muchedumbre desordenada e ingente de marineros, comerciantes, muchachas sin hogar y mujeres desordenadas, pescadores y contrabandistas de toda laya y condición. Las mesas, servidas, estaban repletas de ollas y fuentes, de jarros de vino tinto rojo, oscuro y espeso, de molletes de pan de millo y de todo lo necesario para festejar El Martes de Carnaval. Las ollas y fuentes contenían los grelos, las patatas, los garbanzos, el lacón, más rojo que el vino, la cachucha de cerdo, los chorizos, las filloas…todo en espera del patrocinador de tamaño agasajo.
Con un chirrido estrepitoso de goznes oxidados se abrió la puerta de La Taberna de Cholo, El Peruano, y, en la oscuridad de la noche, se dibujó una ingente silueta: una desmesurada pipa de sepiolita, color ámbar, avanzaba desde una boca lasciva hacia todos los presente. En el extremo una cabeza de demonio tallada en la espuma incitaba a…
.- Boas noites meus hirmans: aquí me tedes de novo.
Era el Señor Latakt en persona, la pipa humeante en los labios y el bolsillo, repleto de plata y oro, listo y dispuesto a vaciarse.
Los allí congregados se lanzaron con la irreprimible alegría de los inconscientes y de los irresponsables sobre la laconada carnavalesca. Por allí se atacaban a los grelos, por aquí al lacón y los chorizos, otros a por la cachucha, y el grueso vino del Ribeiro… de la jarra a las tazas y de las tazas al golete; las manchas del viscoso caldo espirituoso empapaban los manteles y las lenguas y los ingenios se desataban. Todo un poema de confraternización gastronómica desenfrenada: el prólogo que anuncia la apoteosis.

La Queimada

Tras los postres (orejas con azúcar negro y filloas con miel), el Sr. Latakt se dispuso a preparar La Queimada.
La Olla de Cerámica de Buño tenía ochenta centímetros de diámetros por 35 de alto. En su interior se mezclaban el aguardiente del Ribeiro, el azúcar y los trozos de limón. Prendió la mezcla y una fuerte llama azul emergió de la superficie líquida iluminando los rostros de los comensales. Javé Latakt revolvía el licor con un cucharón ennegrecido, elevaba el líquido inflamado sobre su cabeza y lo dejaba caer en chorro incandescente sobre el mar ardiendo del orujo embriagador. Por entre las llamaradas descendentes del chorro de fuego los comensales de sexos opuestos se entrecruzaban miradas de complicidad y lujuria.
Cuando la combustión llegaba a su culmen, Latakt abrió un paquete de Balkan Sobranie y lanzó todo su contenido contra la hoguera; el tabaco no llego a rozar la superficie líquida y ardió por el aire en su totalidad explotando en miles de cenizas y esparciendo su aroma por toda la mezcla, por toda la estancia y aun por todo el pueblo de Muxía. Entonces se produjo La Fusión: el aroma se expandió por todo el Universo, y así, lo que es y lo que no es, la verdad y la mentira, la maldad y la bondad, el amor y el odio, el pasado y el futuro se fundieron en un increíble abrazo inexplicable para todo aquel que, en aquellos precisos instantes, no se hallara en La Taberna de Cholo, El Peruano.
Recitando los conjuros de rigor y convocando a meigas y diablos, el anfitrión fue llenando las cuncas de sus invitados que fueron bebiendo del agradable aunque fuerte licor hasta muy entrada la noche.
Al amanecer se vio a Javé Latakt sobre la proa del Júpiter III navegar hacia el oeste con el brazo sobre la cintura de Marina, La Castellana. Cuando llegaron a la altura del Cabo Vilán (casi al final de Europa) cuya punta parece la cabeza de un dragón que bebe en las verdes aguas marinas, El Júpiter III, con Javé Latakt y La Castellana a bordo, se sumergió en las profundidades del Mar.

El día Siguiente

Arom no acudió la noche de Carnaval a la cita con su amada Josefina ni tampoco fue visto en El Baile de Máscaras del Casino. Al día siguiente no apareció por el trabajo, ni al otro, ni al otro…
Unos días más tarde, el amanuense de contabilidad rendía cuentas ante el Presidente de La Compañía del Comercio del Encaje: había un inexplicable e inconmensurable agujero en las finanzas de la empresa y urgía encontrar al Gerente para comprender y atajar la bancarrota. Fue el comienzo de la decadencia de la Compañía que llevaba casi tres siglos presidiendo la vida del pueblo muxián.
De Javé Latakt se rumoreaba de vez en cuando que seguía con sus andanzas por tierras de Touriñán y Camariñas, por Martineto, Santas Mariñas, Arou y Camelle.

Epílogo

No miento si digo que esta historia me la contó el propio Sr. Latakt. Se me presentó como pariente lejano y me hizo estas revelaciones en el Coído de Cuño mientras contemplábamos el mar y fumábamos unas pipas al aire libre. Hace apenas unas pocas semanas.
A pesar de su extrema longevidad y de no aparentar más allá de cuarenta años, me confesó que su fin estaba cercano. Había leído en La Lista del VPC que el Balkan Sobranie dejaba de fabricarse y conoció al instante que su inmortalidad desaparecería con su viejo y querido compañero.
Ahora que he escrito el relato, es como si me librara de mis propias cadenas y sé perfectamente lo que debo de hacer. Iré a Corcubión antes de Carnavales, encenderé la chimenea y arrojaré al fuego las cuatro docenas de cajas de Balkan que guardaba para mi vejez. Sé también que perderé el respeto de todos y me arrastraré por los aledaños de La Lista sin atreverme a entrar en ella porque mi cobardía no tiene límites; pero el precio de la felicidad, mi propia alma, es demasiado caro y tengo miedo.

Javé Sampedro
Tomatina + Balkan Sobranie

Otra Historia

El Diente del Tiburón Blanco

Saludo

Hola